Lista los procesos que no pueden detenerse: cobro, atención al cliente, cumplimiento de pedidos, soporte posventa. Identifica dependencias ocultas como un archivo maestro en una única computadora, la única persona que sabe abrir la caja fuerte, o el proveedor que entrega piezas clave los miércoles. Documenta pasos, responsables, contactos y accesos mínimos. Una dependencia invisible es la chispa de muchas crisis evitables. Hacerla visible transforma un riesgo mutante en una tarea concreta con fecha y dueño.
Antes de pensar en centros de datos caros, considera redundancias sencillas: un módem 4G de respaldo, dos proveedores de internet, bancos alternativos, cajones de efectivo sincronizados, cuentas compartidas con MFA y rotación de credenciales. Evalúa almacenar plantillas impresas para pedidos cuando el sistema caiga, o una laptop preconfigurada para despachar envíos. El truco es balancear costo, simplicidad y velocidad de activación. Las pequeñas redundancias, bien ensayadas, ahorran miles cuando una interrupción quiere arruinar la jornada.
Si tu local queda inaccesible, un esquema remoto puede salvar ventas y reputación. Prepara accesos VPN, cuentas con privilegios mínimos y autenticación multifactor. Crea listas de verificación: quién avisa a quién, cómo redirigir llamadas, dónde consultar el estado. Proporciona guías de conexión sin jerga y un canal de soporte claro. Ensaya con un ejercicio sorpresa de dos horas. Verás cuellos de botella reales y podrás fortalecerlos antes de que te sorprenda una contingencia más seria.
Traduce RTO y RPO a compromisos con áreas de negocio y proveedores. Vincula objetivos a acuerdos de nivel de servicio y pruebas periódicas. Define qué procesos deben estar arriba en una hora y cuáles toleran más. Alinea expectativas: ventas, logística, soporte. Documenta versiones y responsables. Al dialogar con claridad, reduces conflictos y emergencias fabricadas por promesas imposibles. Tus números deben vivir en agendas y tableros, no en diapositivas olvidadas que nadie consulta hasta que ya es demasiado tarde.
Crea métricas accionables: tiempo medio de detección, tiempo de contención, éxito de restauraciones, porcentaje de procesos con respaldo probado, simulacros realizados. Visualízalas en un tablero que la dirección revise cada mes. Destaca tendencias, riesgos emergentes y decisiones requeridas. Relaciona métricas con pérdidas evitadas; los números cobran vida cuando muestran impacto. Un indicador honesto guía inversiones sensatas. Si un tablero revela que restaurar pagos tarda demasiado, la prioridad queda clara y el presupuesto encuentra su mejor destino posible.
Revisa pólizas con escenarios concretos: interrupción del negocio, ciberincidentes, daños a equipos, responsabilidad civil. Comprende deducibles, exclusiones y tiempos de indemnización. Coordina requisitos de notificación para no perder cobertura durante una crisis. Calcula colchones de liquidez y líneas de crédito preventivas. El objetivo no es transferir todo el riesgo, sino amortiguar golpes y acelerar la vuelta a la normalidad. Un respaldo financiero bien diseñado compra tiempo, que en emergencias es el recurso más escaso y valioso.